La actual pandemia de Covid19 hace que la atención de los sistemas de salud y de las personas esté centrada fundamentalmente en prevenir este nuevo virus, sin embargo no podemos olvidar que a nivel global, como en nuestro país, las principales causas de muerte en la población adulta son las relacionadas con un inadecuado estilo de vida, donde la mala alimentación, el tabaco, sedentarismo y abuso de alcohol son los principales factores de riesgo responsables de que las personas padezcan enfermedades crónicas.
Sabemos que ellos pueden controlarse o modificarse para prevenir o reducir el riesgo de contraer estas patologías, por lo que hoy es de primera importancia subrayar que la adopción de conductas saludables influirá positivamente en la salud y el bienestar de las personas aún sanas y de quienes ya las padecen.
No obstante lo anterior, la experiencia nos muestra que muchos de los pacientes no siguen las recomendaciones. Por ejemplo apenas un 11% de los diabéticos baja de su alimentación la ingesta de grasas saturadas; mientras que un 18% de pacientes cardiópatas continúa fumando. Algo similar ocurre con el abuso del alcohol, que se ha agudizado en la pandemia, la que también hizo disminuir la actividad física por razones del confinamiento.
Si bien existen diversas guías de educación en hábitos saludables para pacientes crónicos, ocurre que los médicos, en general, entregan consejos para bajar de peso al 36% de sus pacientes obesos, lo que aumenta al 52% si la persona tiene una comorbilidad asociada. Respecto a pacientes fumadores, en la consulta médica solo al 28% se le ofrece ayuda para abandonar el tabaco.
De esta forma, el enorme potencial que tendrían los cambios conductuales en la disminución de la mortalidad, morbilidad y costos de salud nos otorgan hoy una motivación muy especial por la Medicina de Estilo de Vida, promotora de un enfoque basado en evidencia que busca prevenir, tratar e incluso revertir enfermedades reemplazando conductas no saludables por saludables, con 6 formas para tomar control: nutrición adecuada, actividad física, control del tabaquismo y alcohol, mejorar la calidad del sueño y respetar nuestro reloj biológico, propender al bienestar, bajando el nivel de estrés; y fomentar buenas relaciones interpersonales y el tiempo que se le dedica a estas.
En este enfoque de medicina, el éxito se alcanza con el diseño y desarrollo de un plan específico y estructurado de acción, en conjunto con el paciente y su seguimiento y acompañamiento en todo el proceso.
A modo de ilustración, un estudio mostró que en adultos sedentarios, cuando el médico entrega conserjería de actividad física, acompañada de seguimiento mediante una llamada de refuerzo por parte de un educador en salud, el ejercicio o actividad física de los pacientes aumenta 5 veces, comparado con el grupo control al que solo se le entregaron indicaciones generales.
Por tanto, los profesionales de la salud no pueden endosar la responsabilidad completa a los pacientes en relación a su inadecuado estilo de vida, al tiempo que la confianza en la relación médico-paciente debe aumentarse en la medida de lo posible, con el apoyo de la familia, de un equipo multidisciplinario de atención y organizaciones comunitarias.
Así hoy se desarrollan las competencias necesarias para la Medicina de Estilo de Vida, trabajándose en el currículo, material de entrenamiento, evaluación, herramientas basadas en la práctica y mediciones de desempeño para ayudar a los médicos generales y eventualmente de todas las especialidades a alcanzar las metas.
Estimamos tal la importancia de las competencias en Medicina de Estilo de Vida, que deberían considerarse en las escuelas de medicina tanto para la educación médica de pregrado como la de posgrado. Mientras tanto, y desde IEPRES, esperamos hacer un aporte en este sentido para que la población internalice esta trascendental forma de cuidar nuestra salud.